viernes, 31 de octubre de 2008

Migreñas

Migre-ñas

I

—Mamá, Mamá, ¡qué hermoso día! Tengo ganas de salir al parque, arreglate y vayamos después de almorzar a dar una vuelta, ¿querés?
— ¿La vuelta del perro? Querida, ya estoy grande para eso. ¿Por qué no llamas a Juanita y salen las dos? A vos te conviene salir con ella.
—¿Por qué mamá?
—Porque tu belleza se realza.
—¡Ay mamá! ¡Sos fatal!
—No, soy frontal, que no es lo mismo, yo digo lo que siento, no como otros, a los que tenés que entender “lo que realmente te quieren decir...”
—Sí, debe ser por eso que no te quedó ni una amiga.
—Bueno, por fin, te salió la venenosa.
—No, soy tan frontal como vos, ¿o crees que no me doy cuenta de nada?
—¿Qué decís? Yo preferí alejarme... “mejor sola que mal acompañada”.
—Y por eso te lo digo, ni los tíos nos hablan.
—No, eso es por otra cosa.
—¿Por qué?
—Por plata, ¿no ves que nadie nos avisó de la muerte del tío Pocho, el hermano de tu padre?
—¿Y adonde querés que te avisen si no tienen nuestra dirección, ni el teléfono?
—Porque ¡NO QUIEREN!
—¡¡¡NO MAMA PORQUE ELLOS NOS ECHARON COMO A PERROS SARNOSOS, POR TU SOBERBIA!!!
—¿Y qué pretendías? ¿qué me rebajara ante los señores? Ellos son los dueños de los campos y nos echaron porque nunca admitieron el amor de tu padre conmigo.
—No, mamá, vos te ofendiste y te distanciaste.
—¿Cómo te atrevés?
—Es la verdad, mamá, lo sabe toda la familia y eso no es todo...
—¿Así que la señorita de la casa tiene información condifencial?
—Hablá, desahogate de una vez.
—Mirá, mamá, no quiero seguir...
—Vos empezaste. Vos terminás.
—Lo dejamos ahí ¿querés?
—Mejor.

II

—De compras, la señora.
—¡No sabés cómo aumentaron las cosas, hija, una barbaridad!
—¿Y por qué te fuiste sola, tenías que hacer algo, o ver a alguien?
—¡Sos terrible! Si, tenía que encontrarme con un macho.
—Lo decís con sorna, mamá, pero seguro que lo fuiste a buscar, y la verdad no te entiendo, porque cuando está en casa no querés que se quede ni un minuto, todo te molesta y ahora, porque el señor está enojado y no viene, ni llama para preguntar por su hijo, salís a buscarlo.
—Lo hice por vos, porque no puedo verte destrozada y llorando en los rincones.
—¿Quién llora, Vieja?, el tinto te hace pensar barbaridades, y hasta que no volvés a meter la pata no parás, ¿por qué no nos dejás tranquilos? Ernesto debe tener una mujerzuela, por eso no se preocupa del nene, ni le importa nada.
—¿Me parece a mi, o la que tomaste alcohol ahora sos vos? ¿O te olvidás que lo volviste a echar a patadas por otro de tus caprichos infantiles?
—Y eso ¿qué tiene que ver?
—Todo tiene que ver con todo.
—Mirá mamá, desde que empecé a salir con Ernesto, te pusiste en su contra, siempre.
—¿Y que querés, que te felicite?, ¡con ese don nadie!
—Si me lo presentaste vos, o te olvidaste que vos le hablabas en el mercado, que yo era esto y que lo otro, y que estábamos solas en el mundo...
—Echame la culpa de todo, total...qué le hace una mancha más al tigre.
—No, toda la culpa no la tenés, pero todos los días estás sembrando cizaña.
—Porque te quiero y quiero lo mejor para tu vida.
—Porque querés plata, ¡decí la verdad!, querés que compre esto y aquello otro y lo de más allá, él será el padre de mi hijo, pero no es mi marido.
—Claro que no es tu marido, porque sos una ingenua y cualquier día se borra y te quedás con el pendejo, sola, para siempre.
—Por tu culpa, porque sos una rompe huevos, una metida
—Sabés, la verdad, me hartaste, ¡basta, me cansé!, cualquier día de estos me MATO.
—Chau, volvió Migré y el pobre reencarnó en una arpía.
—Vos tomame el pelo, que te vas a arrepentir toda la vida...cuando no esté...
—Vieja: hace treinta y cinco años, que te escucho decir lo mismo, se lo repetiste a papá hasta en la tumba y me lo seguís diciendo a mí, toda mi vida, ¡acabala, ya es demasiado!
—Yo estoy muy cansada, quiero ver un poco de televisión tranquila.
—¿Cómo podés, después del escándalo que armaste, sentarte a mirar la tele, lo más pancha?, siempre lo mismo en esta casa.

III

—Qué bueno que está el Rial ese...
—Si mamá, si fuera por vos, le bajás la caña, ¿no?
—Es un bombón.
—Mami, si un tipo como él me diera bola, largo todo y me voy a la mierda.
—¡Hija e’ tigre!
—Como vos, mamá.
—Fijate si hay algo en la heladera para picar, nos vendría muy bien con un traguito.
—Estoy muerta de sed.
—Mirá a Ventura.
—¿También te gusta, mamá?
—Y, también le daría...y nos paramos para toda la vida, debe tener mucha guita.
—Tenés razón, mamá, sabés que tenés razón.
—Nena, siempre tengo razón.
—Lo estuve pensando toda la tarde, sabés, que creo que te voy a hacer caso...me parece que es tiempo de empezar todo de nuevo, de renovarme, no quiero más ser la misma.
—¿Y?
—Mamá...me voy a comprar un chichuahua, como el de Moria.


Víctor Troncoso

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