miércoles, 15 de octubre de 2008

Mi Familia

Mi Familia

Para que todo estuviese perfecto, él tenía que darle un toque exacto de canela, recién entonces, frente a la taza humeante, se calzaba los lentes, casi en la mitad de la nariz y se perdía en su nube de sueños y cuentos de ultramar, con barcos, velas, puertos y gaviotas, revoloteando tras la blanca estela de las olas.
Sentado en su sillón, forrado en terciopelo verde, en la esquina del cuarto iluminado por un sol atardecido, interrumpía cada tanto la lectura, por el ritual de impregnarse del aroma de su capuchino; cerraba levemente los ojos, lejos de la realidad, lejos de mi mirada, mientras yo me empecinaba en arrastrar sobre la alfombra, un autito de latón, pintado de amarillo y rojo.
Todo era silencio.

Atravesando la sala, dejando atrás el comedor, desde la cocina, la figura de mamá, señoreaba en su reino de cacerolas brillantes y salsa de chocolate. Su feudo tenía una fragancia propia, horarios y sonidos peculiares, una radio capilla; su luz amarillenta era como una amplia sonrisa de payaso, y llenaba la estancia de melodías de moda o conciertos grabados por directores de apellidos impronunciables. La luminosidad, entrando a raudales por los ventanales, resplandecía en cada objeto. Adoraba oír en su voz, cantares de otras tierras, de mares lejanos.
Todo era sonidos.

Mi mundo estaba en el patio trasero, cerca de ligustros, árboles frutales y gallinas ponedoras, que se empecinaban en picotear hasta las piedras. Y mi perro Jack, el viejo Basset Hound,–un cabezadura en potencia- con sus orejas largas (que parecían barrer el suelo), de una inteligencia notable y excelente compañero de aventuras. Juntos movíamos montañas de siete colores, desiertos de arena y tormentas tropicales. Juntos descubrimos el mundo de las hormigas, sus túneles secretos, donde se guardaban las joyas del rey, extraviadas hace cientos de años, en el patio de mi casa. Juntos soñábamos que un día cualquiera, llegaría de las estrellas, la nave del Barón de Munchausen y partiríamos.
Todo era ilusión.
Víctor Troncoso.

No hay comentarios: