miércoles, 15 de octubre de 2008

Azul Marino

Azul Marino
A María, la que rema.

Reconstruyó la chapa de aluminio grabada con láser, adherida en la pared exterior de la cápsula, interpretó la leyenda y los signos arqueológicos, las imágenes de los pequeños asteroides y minúsculos planetas. JER, ya había descifrado, en otras oportunidades, descripciones parecidas. Supo ubicarla inmediatamente, anotó en su informe; Procedencia: Rincón del Medio, en el valle del Azul. Esta civilización había podido sobrevivir, envuelta por una nube azul marino, alejada de la mirada inquisidora Del Que Todo Lo Ve (DQTLV), o de sus científicos, que estudiaban los movimientos, los mínimos indicios capaces de aportar alguna inquietud en su reino.
Cuando la trajeron a su laboratorio, estaba identificada como: INVM830.009 con detalles de conservación óptimos. JER, acondicionó el lugar y dispuso que sus ayudantes colaboraran en la tarea de reanimación y su posterior asiento en el Centro de Recuperación Criónica, se tomó su tiempo para ingresar la clave de apertura. Todo debería estar perfectamente ajustado, ya que cualquier alteración haría que se perdiese la valiosa información que venía encriptada en su cerebro del año dos mil. Siguieron el procedimiento preestablecido, en un profundo silencio, cubrieron la sala con luces bajas ocultas en el techo y ellos quedaron envueltos en una penumbra de invisibilidad; después, la ejecución demandó que la cinta transportadora girase la cubierta hasta la posición A, pequeños tarugos la afirmaron al armazón y desplegaron la parte B para separar en dos la cápsula, dejaron luego el contenido en la camilla y liberaron los protectores criónicos, la mascarilla, tubos y arneses que la sujetaban. Ante ellos, quedó al descubierto un cuerpo femenino muy joven y hermoso, al que llamaron IaNaVaMa, piel blanca, cabellos blancos, ojos azules, invernada con un tumor cerebral de amplitud 4, irreversible para su época. JER dictaminó el uso del radiactivador alógeno ultrasónico y limpió perfectamente la zona afectada, luego, dispuso que le inyectaran en las venas VPS. Los encargados cumplieron al pie de la letra lo estipulado y volvieron a dejar descansar el cuerpo, libre de su escafandra, en la sala acondicionada de traspolarización.

Siyónami comenzó a despertar como quien vuelve de un largo viaje, apenas tenía conciencia de haber dormido profundamente, tuvo muchos sueños que aún resonaban en su estado de vigilia semiconsciente, el sonido claro de tambores, las corridas por el amplio valle para esconderse de los hijos del diablo, que pasaban bufando, sudados, con sus ojos inyectados en sangre, torpes para descubrir lo oculto, pero obstinados y peligrosos para mujeres de a pie y sin lanzas para defenderse.
De esos extraños sueños, sólo podía recordar que navegaba en una canoa por un río oscuro, escabroso, pestilente; que doblaba en un recodo y luego se zambullía graciosamente, disfrutando de pisar el barro gelatinoso de la orilla, de acercarse al fuego y comer, entre risotadas, rodeada de chabochis blancos.

—Está muy agitada —dijo JER— vuelve de las penumbras de su tiempo, debemos monitorear su despertar, los signos vitales están perfectos, pero toda alteración puede ser muy peligrosa. E inmediatamente le conectaron terminales en todo su cuerpo.

María había remado toda la tarde, la primavera le regalaba un hermoso día de sol y era hora de volver al puerto del Tigre, cuando le pareció ver al costado del río Sarmiento, a una muchacha vestida de blanco brillante que la miraba desde la orilla con unos profundos ojos azules, la luz reflejaba en el agua marrón el sol que se retiraba, ocultándose entre los árboles; a lo lejos, las risas de los niños, el apuro de los padres por levantar campamento y las lanchas colectivas dejando surcos abiertos de nostalgias.

Había que respirar hondo e introducir acompasadamente los remos en el agua y empujar con el alma, con la vida, contra la corriente.

“Los Chabochis engañan, roban, acumulan, despojan, invaden nuestras tierras, son ventajeros, destruyen el bosque, no saben compartir y son injustos” Siyónami lo había aprendido de boca de su abuela desde muy chiquita y ahora, ya mujer, lo vivía en su cuerpo, huyendo escondida entre las malezas, entre las piedras, en las cuevas oscuras de animales salvajes. Por primera vez en su vida, temblaba como una hoja, temiendo. —Es muy feo, Areponápuchi, Señor de los verdes valles, tener miedo, en tu tierra— dijo Siyónami entre sollozos. Y miraba la tierra y las plantas sin reconocerlas, buscando algún indicio de su pueblo.
Más poderosos que las tormentas y los truenos, las embarcaciones surcaban un río desconocido.
Sólo los ojos de la muchacha, luchando en un bote, le parecían amigables.

La blanca mujer de cabellos blancos, que batallaba entre tinieblas y relámpagos de luz, tenía tatuados en sus brazos, dibujos tribales de Chihuahua de las tribus de los rarámuris, de los tarahumaras: los hombres del peyote, de la selva y la montaña. Sus ojos azules, fríos, miraban para adentro, para sus ríos internos de quebrantos, el corazón latía acompasado con la tempestad desatada, sus pies se hundían en las aguas sucias del Tigre y despertaban en los brazos de María, remando a esa hora de la acedía, cuando la tristeza invade a los monjes y la tarde cae, dejando que las largas sombras triunfen en la noche.

Sólo las estrellas, a lo lejos, emanaban su voz en el espacio, guiando a navegantes perdidos de otras galaxias.

—Los ministros del mal están sueltos, llegaron, bajaron de los barcos para matar, para robar, para destruir. Los chabochis, los hijos del demonio, están entre nosotros—gritó.
JER notó inmediatamente la crispación del cuerpo, la tensión en el rostro y luego, la amplia y pacífica sonrisa, cuando los ojos de Siyónami o IaNaVaMa se animaron a mirar hacia afuera, buscando los ojos de María.


Víctor Troncoso

Glosario:
Siyónami: Azul (nombre de mujer tarahumara)
Acedía: "Llega al rechazar el gozo que viene de Dios y a sentir horror por el bien divino". (CATIC) Es un pecado

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