He hallado por fin, una mano. Una mano que brinda sus caricias al sentir mi cansancio, muestra los faltantes en la alacena, deja todo reluciente a mi alrededor, apaga las luces y me cubre con la manta cuando el sueño llega, ofrece su apoyo al declinar los años, me acompaña a caminar por la orilla del mar, es suave brisa en verano y calor en invierno. En fin, sin más costo que baterías reciclables, una mano, acá en Urano.
Cristina Scarlato
jueves, 9 de octubre de 2008
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