martes, 24 de junio de 2008

Ruinas

Ruinas

No lleves ruinas en la mente.
RAY BRADBURY

Pensando en vos, busqué una copa, de las panzonas, de buen cristal. La repasé cuidadosamente con una servilleta de papel, mirándome en su reflejo, un poco más canoso, algún que otro surco sobre la frente, un tanto más serio que de costumbre. Fui hasta la pequeña bodega en el garage y elegí entre las opciones, un vino fresco del Valle del Tulúm, en el lado este de la Cordillera de los Andes, Provincia de San Juan.

Pensando en vos, mientras hacía girar el contenido en mi copa te imaginé llevando un largo vestido en rojo cereza, danzando a mi alrededor. Todavía, en mi memoria olfativa, encontraba rastros del café que compartimos, el humo de las maderas quemándose en el hogar de la cabaña, la leña trepidante y la chimenea lanzando mensajes a las estrellas en un cielo despejado e infinito, donde nos perdíamos embelesados.

Pensando en vos, después de un último beso con sabor a frambuesa, un beso frutal, amable, redondo, como el vino Merlot, con cuerpo y sofisticado, que tomamos. El Merlot es un vino sencillo, fácil de catar, sabe a frutas, rosas, pimienta negra y canela. Lo aprendiste muy rápido, durante esos seis meses en que hablábamos, nos reíamos y al amanecer, rendidos, dormíamos en un abrazo, hasta el sol fuerte del medio día.

Pensando en vos, me encontré llevando tu mochila hasta la terminal, mi mano no dejaba de balancearse estúpidamente mientras el autobús, un gigante súper pullman, te alejaba de mi cama, te raptaba hacia la capital de los desencuentros.

Pensando en vos, tengo las manos llenas de buenos recuerdos pero vacías, te llevaste tu sexo y se me escapó la magia de la vida, ya no te puedo cobijar, calentar tus pies, envolverte con mi poncho salteño, hoy más rojo y más negro.

Posiblemente, para tus jóvenes sueños, mi amor fuese una cosecha tardía.

Víctor Troncoso

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