sábado, 24 de mayo de 2008

Una hoja en otoño

Una hoja en otoño

Me ocurrió de golpe que lo veía por primera vez.
JAN CARLOS ONETTI


Supe del fuego antes que el fuego mismo. Estaba sobrevolando mi casa y vi las llamas rojas-naranjas sobre los techos a dos cuadras de mi cuarto, la columna de humo invadía el vecindario y fue entonces que llegaron los bomberos haciendo sonar su peculiar sirena. Recién ahí tuve conciencia de la tragedia, pero ¿cómo iba a explicarte que lo acababa de ver desde más arriba que el techo de mi casa antes de que pasase? En una simultaneidad que no dejaba de asombrarme, pero te juro que yo lo vi estando aún en la cama con los ojos cerrados, tratando de despertarme, antes que te fueras al colegio con tus alumnos.

Cuando miré los ojos de Antonio y miró para el costado, pensé —este me cagó— y muy poco tiempo después me enteré que realmente le leí la mente o intuí que me sonreía y por atrás me la estaba dando con suma delicadeza, con su sonrisa de dientes blancos y cuidados, a pesar de su investidura.

Sabés una cosa, pequeña niña de ojos de miel, ya todo no me parece tan raro, al contrario, creo que sigo siendo un cándido o un boludo o un volado. Estar adivinando el próximo paso es inmoral. Que yo te pare y te diga a boca de jarro, mirá, la cosa es sencilla, pero no me mientas, (aún sabiendo que vas a terminar haciéndolo) pero no porque seas una guacha de mierda, sino porque las cartas del mazo que nos tocó barajar están acomodadas así y el paso que viene dentro de la danza es que un día circunstancialmente te vayas y no vuelvas esa noche y a los dos días me entere que no querías verme destrozado. Quedate tranquila, ya lo sabía, no me preguntés desde cuándo, ya lo sabía. Lo que no conozco es el día ni la hora exacta, pero sí el hecho, te vi llenando un bolso azul de Air France, te vi en Ezeiza partiendo sola y me alegré por vos, por la hermosa vida que vas a tener y porque te lo deseo de todo corazón.
Please look at me y tratá de entenderme, my love.

Pasé un período de oscuridad, encerrado entre cuatro paredes, sentado noche y día frente a un televisor al que no podía dejar de ver, desconecté el teléfono, anulé la ventana que daba al sudeste, a la otra le puse diarios, viejos de meses, tostados por el sol.
Hace rato, cuando estaba paseando por el cuarto y se me ocurrió de golpe que lo veía por primera vez, cayó una pesaba venda que cubría mis ojos.
De repente, pude darme cuenta de todo, tomé una larga bocanada de aire, inflé los pulmones, tomé carrera y me lancé, como te lo había prometido tanta veces, por la ventana.
Sé que cuando te enteres vas a ir a misa y harás, a tu manera, una pequeña oración por mi eterno descanso y te lo agradezco, pero por favor no quisiera verte vestida de negro, ponete la chalina hindú de arabescos violetas que te regalé. Y sonreí, que sos muy linda para guardar una lágrima de miel. ¿no ves que estoy volando sobre los techos de mi barrio, como una hoja de otoño?

Víctor Troncoso

No hay comentarios: