domingo, 13 de abril de 2008

Ella

“Lo de Irene, me había devastado.
La primera semana la extrañé pero hice todo lo que había dejado de hacer en años; fui varias veces al cine a ver cualquier porquería, si tenía mucha sangre y tiros: mejor; me revelé contra las películas con contenido social o intelectual; algunas noches caminé por San Telmo, tomé un par de chops de cerveza helada con maníes sentado en los bares de la plaza; y volvía tardísimo a casa.
En todo ese tiempo no encendí la televisión. No vi la novela de las veintidós porque sabía que viendo lo mismo que yo en otra cama, con otro amor, estaba ella.

Después de una noche durísima donde la soledad me atravesaba el alma como un puñal, decidí darme otra oportunidad. Tuve muchas dudas al principio, porque jamás había pagado... por afecto, hasta esa noche, en que me sentí tan sólo.
La excusa perfecta era un poco de compañía, algo nuevo en mi vida, ya no quería compromisos a plazos fijos, un dar para que me den y después el reproche por poco o por mucho, que la sofocaba, que la dejaba sola, que me hacía el duro o quince minutos después que era muy blando y la misma cantinela.

Cuando fui a buscarla, —a las diecinueve horas, no venga tarde, porque tengo muchas cosas que hacer—, estuve puntualmente.
Y allí, timorato, nervioso, como quien tiene cita con un traficante de armas o con un diller de drogas, estaba yo: vestido con una campera de jean, pantalón verde safari y mis viejos borceguíes marrones. Pasé a un recibidor sombrío del primer piso, el olor penetrante a humedad, el calor, y la poca luz ambiental, hicieron que quisiese salir corriendo. Había encontrado la dirección escondida sutilmente entre otras páginas de Internet (aunque es ilegal, no está tan oculta como para no poder hallarla). La pista me la había dado un compañero de trabajo, seguramente, al verme tan deprimido pensó que lo mejor era que yo tuviese como él, una aventura apasionante.
—¿Por qué no?— me dije.

Soñé que se llamaba Alba, por su piel, por la certidumbre de que con ella comenzaba un nuevo tiempo en mi vida.
La primera noche que pasamos juntos, durmió acurrucada en mi cama de dos plazas, con los días fue tomando confianza. No dejaba de hablarle de esto o de aquello y aunque había nacido en el Amazonas nos entendíamos a la perfección. Volvía a casa decididamente rápido para verla, para estar con ella. Mirábamos la tele en silencio. Yo veía todos los partidos de fútbol que no había podido ver en años, sin problemas. Cenábamos frugalmente y nos acostábamos, ahora extendidos uno al lado del otro, oliendo nuestros cuerpos, respirando el mismo aire.

Una noche sentí frágil, su beso húmedo, poseyéndome”.


La Policía Federal halló éste escrito en su computadora.
El diario Crónica 6ª edición titulaba en letras catástrofe: “BOA SE COME HOMBRE”


Víctor Troncoso

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