jueves, 24 de abril de 2008

EL JUGADOR

Se vistió con el mismo traje del día anterior. La habitación del hotel no estaba calefaccionada, pero él no tenía conciencia de eso, su mente vagaba lejos.

El frío de la calle lo volvió a la realidad. No llevaba abrigo, sólo una chalina le colgaba de los hombros. Sin embargo, llegó al casino caminando despacio, como si la noche invernal no lo perturbara demasiado. Se dirigió a las cajas y de ahí a las mesas de ruleta.

Frenéticamente, acumulando aciertos que asombraban a los otros jugadores, fue colocando las fichas unas tras otras. Al cabo de casi dos horas de juego había reunido una gran cantidad y al guardarlas en los bolsillos, sus dedos tropezaron con el sobre que le habían entregado el día anterior. Con gran esfuerzo, superando el dolor, fue a cambiar las fichas, pero la empleada en la ventanilla le indicó una puerta a la derecha. La miró sin comprender y ella insistió con el gesto.

Le entregaron un abultado sobre. Recordó el otro y salió rápidamente del lugar.

La calle continuaba fría y solitaria. Ya en la habitación del hotel, guardó el dinero en un maletín de cuero negro. Una vez cerrado, introdujo la llave en un sobre en el que escribió un nombre y lo dejó en la mesita. El que guardaba en su bolsillo lo echó en el cesto de metal y encendió un fósforo. Mientras observaba cómo las pequeñas llamas consumían el papel, se sirvió un whisky, llevó el vaso a sus labios, vaciló unos momentos y lo volvió a depositar en la bandeja. Tomó el arma que estaba a un costado y disparó justo dentro de su boca.

Cristina Scarlato

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