martes, 6 de noviembre de 2007

Profundo Sueño

Rodrigo era ambicioso. Nada le alcanzaba. Tenía más de lo que necesitaba para estar satisfecho, pero quería más. Su familia tenía mucho pero mucho dinero. Más de lo que ustedes pueden imaginarse. Cuando Rodrigo cumplió los 21 años, sus padres le compraron una casa para el solo. Por mes sus padres le daban una cifra incalculable de dinero para que pudiera realizar sus actividades diarias, cosas que una persona con mucha plata estaba acostumbrada a hacer.
Pero él, necesitaba más dinero cada vez más dinero. Tenía un gusto especial por este. Era materialista y posesivo. El solo hecho de tenerlo en sus manos lo hacia sentir poderoso.
Se había vuelto tan amante del dinero desde que llevaba esta nueva vida, que guardaba la suma que le daba su padre por mes en la cama, ya que así podría tenerlo cerca, cuidarlo, sentirlo parte de él.
Dejó de jugar al tenis, de ir a bailar, de comprar las cosas que le gustaban, y también las que necesitaba para vivir. Se había vuelto tan ahorrativo que no pagaba las facturas ni de luz ni de gas ni de teléfono. No salía a la calle por miedo a gastar. Había vendido todo lo que tenía de valor, su ropa de marca, sus muebles, sus electrodomés-ticos, lo había vendido todo. Hasta de comer había dejado, para no gastar dinero y poder tener cada vez más.
Un día Rodrigo se despertó y en su casa no había más que billetes de todos los colores desparramados por todas partes. Los ambientes parecían una gran pileta de dinero. Él estaba contento con una gran sonrisa, quiso levantarse del suelo para poder nadar en esa gran cantidad de valiosos papeles desparramados. Todo quedó en un intento, un mísero intento.
No había comido por días y días. Estaba cansado, arruinado, flaco, pero feliz. Estaba rodeado de dinero, mucho dinero y era todo suyo. Lo tenía debajo de él, lo sentía, lo podía tocar sabiendo que no lo perdería.
En un instante pensó que tanto esfuerzo y tanto tiempo de ahorro habían valido la pena. Ya sin fuerzas para desplazarse comenzó a pensar en como conseguir más. Mientras agonizaba con una sonrisa, imagino que ahorrar el aire quizás podría hacer que el dinero se multiplique.
Colocó las manos sobre su boca y se tapó la nariz sumergiéndose entre los billetes que yacían debajo de él. Dejó de respirar, de sentir, de pensar, de imaginar para entrar en un profundo sueño.
Su familia lloró sin consuelo, ni con tanto dinero podrían despertar a Rodrigo de ese sueño.

Ana Laura Chalela
15/08/2007

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