martes, 6 de noviembre de 2007

El Mundo de Manuel

Manuel se despertó exaltado, había tenido una pesadilla. Soñó que salía volando por la ventana de su habitación y se encontraba con algo horrible.
A su alrededor podía observar el paisaje. El cielo celeste arriba suyo, con aburridas nubes grises que tapaban al sol que intentaba aparecer detrás de ellas con un leve resplandor amarillo. Las montañas se enfrentaban a él teñidas de marrón, con escasa nieve blanca en los picos. Los árboles con sus copas verdes parecían moverse desde allí arriba, como si un viento transparente los estuviera sacudiendo. Luego miró el Lago Nahuel Huapi debajo de él. Con sus aguas claras bañaba las costas plagadas de piedras marrones.
Salió corriendo de la cama. Contó hasta tres y abrió la ventana con los ojos cerrados. Los abrió lentamente y respiró profundo al ver que nada había cambiado; el hermoso cielo violeta seguía arriba de el, con las nubes naranjas intentando tapar el sol verde esmeralda que iluminaba todo el paisaje desde allí arriba.
Las montañas seguían siendo doradas como el oro y la nieve azul marino tapaba los picos de manera sutil. Un viento rojo movía suavemente las hojas blancas de los árboles, y algunas se escapaban de él y caían en las hermosas aguas fucsias del lago. Por suerte las piedras tampoco habían cambiado el amarillo fuerte por ese marrón aburrido que había visto en su sueño.
Cerró la ventana y volvió a la cama con mucha tranquilidad, ya que todo estaba en orden. Todavía seguía viendo las cosas como siempre. No había pasado lo que el tanto temía. Manuel no había dejado de ser niño.

Ana Laura Chalela
30/08/2007

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