domingo, 27 de enero de 2008

Rápido. El tren no se detiene, los pasajeros esperan en el andén. El tren toca bocina, no se detiene, atraviesa el viento, la ciudad. El maquinista obedece una orden,- la palanca de frenos se empacó-
La Estación Villa Luro se ve dorada, el sol choca contra la chapa, ahora parecen dos soles. Dos soles iluminados por un tren que pasa, un tren que no se detiene.
El hombre del traje se queja, maldice en voz alta, promete que llegará hasta hablar con las autoridades, la chica de rojo sabe que llegará tarde; que otra vez llegará tarde, aunque se levantó temprano, aunque apenas desayunó. Tarde dirá el reloj. Tarde dirá su jefe en la ficha-nuevamente ha perdido el premio de puntualidad-. Otro maldito tren se ha llevado cincuenta pesos. Papel picado hecho de un billete de cincuenta pesos cae sobre un tren que no para, sobre un vestido rojo de jersey pobre que también tiene ganas de llorar y todo porque una palanca se empaca, como algunas mujeres que dicen “No”, porque ahorita no se les canta, y entonces aunque el maquinista la roce, y hasta la desarme en sus manos a la "señorita palanca” se le ocurre no hacer nada. Puede que esté deprimida o que hoy dijo: “ hoy quiero hacer nada”. Al maquinista le importa un pito la palanca, la gente del andén, los dos soles, él tendrá que quedarse doble turno y si no es esta máquina será otra, y, a decir verdad, le da lo mismo todas las vías, todas las máquinas, todos los pasajeros, hasta todos los suicidas que se tiran bajo el tren.
¿Y si la palanca se levanta sanguinaria? ¿ Y si no quiere responder la señal de detención, para terminar de una vez por todas, con todos los suicidas juntos y los que en el futuro alguna vez pensarán zambullirse bajo el vientre de acero de la máquina? Tal vez quiera sentir el vértigo de correr, sin sentir el ruido que hacen cuerpos a punto de morir bajo sus garras, saber, por fin, que no tendrá que detenerse y esperar que llegue la policía, los bomberos, la ambulancia, otra formación que se lleve a todos los pasajeros. Quizás hoy el tren sea más salvaje, que lo único que quiere es correr, correr, correr sin detenerse. Correr, rápido...

María otoño/07

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